jueves, 19 de diciembre de 2013

El Encuentro de Sofía Quagliano.

  
Me encuentro sentada sobre el cemento de una vereda, mirando el cielo. Un cielo gris, ni una pizca de celeste. Una llovizna se asoma en él, y no es hasta que las gotas se agrandan cuando la gente comienza a correr, mirándome mal por el lugar en el que decidí sentarme, obligándolos a esquivarme.
  Yo también los miro, pero confundida. ¿Por qué corren? Si las gotas son lo más refrescante en este día húmedo y el cielo, relajante con sólo mirarlo. Ya no es gris nada más, a esta hora. Las nubes se vuelven rosas y amarillas ¿No es hermoso?
  Todos se fueron ya, cuando al cabo de no sé cuánto tiempo, un chico se sienta a mi lado. Lo miro. Es blanco como una nube. Vuelvo a lo que estaba y pasa nuevamente no sé cuánto tiempo hasta que habla:
  -¿No es un hermoso sonido el que produce la lluvia al caer? Y ni hablar de sentirla en mi piel.
  -Y ni hablar, tampoco, del hermoso cielo.- contesto.
  -Ojalá pudiera disfrutar de eso también.
  Vuelvo a mirarlo y noto algo que antes no, ya que tenía un flequillo en su cara que ahora corrió: sus ojos son tan blancos como su piel.
  -Lo siento.- digo.
  -No lo sientas.- dice, sonriendo.-Yo también puedo sentir cosas que vos no, sólo por el hecho de que no las aprecias como deberías.
  Me quedo mirándolo confundida, olvidándome de que no puede verme (no me siento mal por ello, pero no me acostumbro). Sin embargo, alguno de sus sentidos me capta.
  -No digás nada, te enseño.- No deja de sonreír en ningún momento.- Cerrá los ojos y concéntrate en tu respiración. Cuando te olvides de lo demás, fijate en lo que cae sobre tu cara y el sonido, el simple sonido, del silencio.
Pasa un rato, entonces todos mis sentidos se relajan, pero se activan a la vez. Mis ojos no ven más que un vacío oscuro, pero lo que antes sentía y escuchaba creyendo que era hermoso, si bien lo sigue siendo, ahora es tan diferente.
  -Abrilos.- dice, como si tuviera controlado el tiempo.
  Al hacerlo, todo vuelve a ser como antes. Lo miro, sigue sonriendo.
  -Eso fue tan lindo.- digo, al fin.
  -Lo es.- Sonríe, sonríe.
  -¿Por qué sonreís tanto?
  -¿Creés que por no ver no soy feliz? Disfruto el doble de las cosas.- Se levanta y se va, dejándome sola con mis pensamientos.
  Los que menos tienen, son los que más entienden de la vida y la disfrutan. Sin embargo, yo, a quien nada le falta, siempre encuentro de qué quejarme.
  Vuelve después de un rato, con una flor llena de pequeñas gotitas que parecen cristales.
  -No te preocupes.- dice. Pareciera que lee mis pensamientos.- Un problema es un problema, sin importar qué y, por lo tanto, tiene solución. Sólo aprende a pensar las cosas desde otra perspectiva.- Y, así, definitivamente se marcha.
  ¿Acaso me conoce? Quizá sólo imaginé algo que necesitaba escuchar, ya que me noto abriendo los ojos; sin embargo, tengo la flor en mis manos. ¿O es el dolor tan común en la vida humana que un simple sabio de hermosas sonrisas sabe qué hacer para comenzar a cambiar tu vida?
  La lluvia para y también me levanto. Puedo verlo todavía yéndose. Lo imito, por el lado contrario.
  Con el paso del tiempo, noto que la flor se cae los días donde yo también lo hago. 
  ¿Qué fue todo esto? No lo sé, pero es una vida y no quiero que se marchite por mi culpa.


Cuentos de Sofia Quagliano.
El Encuentro.










2 comentarios:

  1. Quedó hermosa la imagen. De nuevo, muchísimas gracias! Me pone muy feliz todo sumado esto :D

    ResponderEliminar
  2. Te felicito y espero que continúes escribiendo cada vez mejor y con tanta creatividad :) Gracias por compartir tu relato realmente.

    ResponderEliminar