lunes, 23 de diciembre de 2013

Un regalo para Navidad de ILR.

Es veinticuatro de diciembre pero en mi corazón se siente como cinco de junio. El solo pensar en pasar noche buena y navidad sin ella me desespera.
Arme el árbol con mucho esfuerzo y en medio de un mar de lágrimas, recordando como solíamos armarlo nosotros antes. Colgábamos todas las bolas plateadas primero en nuestro pino sintético verde y luego lo adornábamos con guirnaldas y  luces. 
Cuando terminábamos con eso tomábamos una bebida fría sentados en el suelo descansando y admirando el árbol cambiar de color con el efecto de la luz. Luego me dejaba colgar la estrella dorada, que relucía sobre todo nuestro trabajo.
Incluso a los veinte años seguía adorando nuestro ritual y nunca me lo perdía, lo que hizo que hacerlo sin ella me destrozara, me hiciera recordar que ya no está, que nunca más volveré a verla o a decorar el árbol juntos.
Hace unos meses, precisamente el cinco de junio, me la robaron. El cáncer decidió llevársela lejos y dejarme sintiendo su vació.
No fui el único que sufrió su partida, pero desde ese día hasta hoy no había caído en la realidad. Este ritual, nuestra costumbre más amada se había ido con ella.
Mi padre está junto con mis hermanos cenando en la mesa mientras yo contemplo el árbol con los regalos debajo. No me interesa ninguno de ellos, solo quisiera volver a verla, tenerla conmigo aunque sea solamente por unos segundos, saber que está bien, que me ama y me extraña tanto como la amo y la extraño yo.
— Vamos a abrir los regalos. — mi hermana menor me dice alegre por la festividad.
Ella se sienta a los pies del árbol y lee las tarjetas que hay en cada uno de ellos mientras los reparte.
Hay uno para mí, seguro es un libro que ya he leído o algo de ropa (mi padre no es muy bueno comprando regalos.)
Rompo el envoltorio ya que dicen que eso da suerte y aunque me cueste admitirlo, soy algo supersticioso. 
Dentro hay una carta, el papel esta amarillo, debe ser algo vieja.
Mi pulso se acelera cuando leo el remitente... es de mi madre.
Mis ojos se llenan de lágrimas al ver su letra escrita a la antigua, con una pluma y tinta oscura.
“No sabía cómo empezar esta carta, si debería iniciarla con un querido o tal vez simplemente con tu nombre, lo único que sé con seguridad es que si la estás leyendo quiere decir que yo he partido. No voy a usar una metáfora para eso, si tienes esta carta   he muerto.
En ese caso quiero que sepas primero en principal que los amo a todos y que siempre estaré con ustedes, cuidándolos de cerca.  No temo a la muerte ya que tuve todo lo que necesite en la vida, tal vez no todo lo que quise, pero si tuve unos hijos maravillosos que me enorgullecen día a día, siendo tan buenas personas.
No quiero que me recuerden con lágrimas de tristeza, sino con lágrimas de felicidad, porque pude vivir mi vida plenamente y espero que hagan lo mismo.
Deseo que continúen unidos, porque eso es todo lo que una madre desea, que sus hijos estén unidos.
Deseo que sean felices y conozcan a alguien que los haga felices también, que ame sus locuras y los acepten por quienes son.
Te escribo a ti porque nunca quisiste hablar conmigo de que pasaría si moría, incluso ahora que los doctores creen que este cáncer no puede quitarse tú sigues empujándome a vivir.
Quiero que sepas disfrutar de tu vida porque nada me haría más feliz que eso. Soy feliz.
Ustedes fueron el mejor regalo de mi vida y quiero que algún día tengas ese regalo, el mayor regalo de todos, también.
                                                           Con mucho amor y cariño.                        
                                                                                              Tu madre.
                                                                                                          03.05.2013
Ella ya sabría que partiría y yo aun no quería escucharlo. Recuerdo que a toda costa quería que habláramos de eso pero no quería esa negatividad, no con ella.
Extraño a mi madre y siempre lo haré.
Suspiro.
Es irónico que la mujer que me dio la vida, la mujer que me ha enseñado todo lo que sé, la mujer que siempre me impulso a seguir mis sueños y a creer, haya pensado en mi en lugar de pensar en ella misma. 
No, no es irónico, siempre pensó más en todos que en ella. Cuando tenia algo de dinero en su billetera nos compraba cosas, cuando estábamos tristes nos reconfortaba, cuando teníamos un problema ella era la primera en querer solucionarlo
Sonrió al recordarla, como a ella le hubiera gustado.
Mi madre era la vida imagen de la navidad. Organizaba todo y no había ni una vez que las cosas no se le salieran de control. En realidad, ella odiaba las fiestas navideñas, odiaba tener que planear todo y que no le salieran las cosas como esperaba pero amaba ver nuestros rostros al armar el árbol y al abrir nuestros regalos.
Me gustaría que ella estuviera aquí.
Ladeo la cabeza.
Lo está, esta aquí y me ha dado el mejor regalo de todos, me ha dado una parte de ella.
Una parte alegre y emocional.
Me ha dado exactamente lo que quería.
A ella misma.

Escrito por ILR.
"Un regalo para Navidad"

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